sábado, 22 de enero de 2011

Capítulo 3. Parte 4.

Pelea.

Instantáneamente, Ella y yo nos arrojamos debajo de un escritorio. Tenemos mucha suerte, ya que el cable de los cascos es extensible. Prefiero mil veces enfrentarme a un zombie en estas condiciones que quitarme los cascos. Ella me quita una zapatilla y lo arroja al otro extremo la de habitación. Me dice algo, pero lo único que puedo oír es un hilo musical ridículo. El infectado se dirige a trompicones hacia donde ha caído mi zapatilla. Entonces, aprovechamos para salir de debajo de la mesa. Al oírnos, el zombie se gira instantáneamente, pero está muy confuso a causa del sonido. Se mueve de manera extraña, como si intentara morderse su propio cuello. Corre hacia nosotros y le esquivamos dando una pirueta de manera elegante. Es la primera vez que Ella me sonríe. Empiezo a coger lo que encuentro y a arrojárselo. Libros, revistas, fotografías, hasta un candelabro. Los objetos le golpean en la cabeza.

Empieza a retorcerse y se cae al suelo. Le estalla la cabeza. No quiero volver a ver nada igual en mi vida. Me he llenado los vaqueros de sangre, aunque Ella tiene trozos de seso por la camisa. Mejor no tocarlo. Tenemos que evitar la infección.

Eso me lleva a pensar en qué pasaría si alguno de nosotros se infectara. No sé si sería capaz de matar a estas personas que apenas conozco, pero ya ocupan un lugar muy profundo en mi corazón. Viento. Nora. Pura. ¿Están fuera? ¿Están dentro? ¿Les ha pasado algo? Voy corriendo hacia la puerta, pero está cerrada.

Ella me llama. Está al lado de una cortina que cubre toda una pared. Tira de ella y aparece un gran puerta de cristal. Al otro lado hay una terraza muy amplia.

-¿Está abierto?

Lo está.

Estamos en la azotea de un rascacielos, o eso parece. Corremos hasta la barandilla y miramos hacia abajo. Debemos estar a más de 500 metros y aún hay edificios más altos que éste. ¿En qué ciudad estamos? De todas maneras, parece que el Señor de La Canción de la Luna tiene un ático muy bien apañado. Es enorme y muy moderno. La terraza en la que estamos en realidad es un jardín. Me tomo el lujo de apoyarme en la barandilla, y suspirar profundamente.

Este loco acabará matándonos.

Mi tiempo de espera acaba cuando veo a Nora llevando a Viento en brazos.

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